martes, 2 de septiembre de 2008

Quiero contarle a Mamá…




Muchas veces me asombra como reacciona mi madre a mis “confesiones”, pareciera que todo lo que he decirle ella ya lo había pensado antes. No se imaginan la madurez emotiva que puede tener el ser que catalogaba como totalmente predecible.

Frases como “Ya se lo que me va a decir” o “Me sé de memoria su sermón” asoman a mi mente cuando quiero hablarle de algo que me pasa o me atormenta, parece mentira pero su infalible mirada maternal me condena a la revelación instantánea y de pronto a manera de control mental… termino por decirlo todo…
Su rostro cambia conforme los sucesos transcurren, y al llegar al final de mi historia parece no inmutarse con mi estupidez o la ausencia de candidez de mis relatos, y aunque esta ahí mirándome sin decir nada por un fracción de segundo se que se siente orgullosa de mis agallas y triunfa conmigo.

Toma un respiro y comienza, si bien usualmente adivino sus palabras, aun así me sorprende, porque muchas veces tome una decisión movida por su ejemplo o antiejemplo.

Pero, puedo contarle de todo a mi madre sin temor de una reacción contraria, se escandalizaría si le hablara de sexo en forma natural y con conocimiento de causa, es necesario que ella sepa todo lo que acontece en mi vivir o solo debo dejarla seguir adivinando y sacándomelo todo con su mirada inquisidora.
Su crianza fue totalmente diferente a la que ella me imparte ahora, no obstante los esbozos de la vieja escuela salen a relucir, maravillándome una vez más con su increíble precisión. Están muy lejos las costumbres de antaño a ser similares con las de ahora, pero las mañas de los hombres no han evolucionado y los sentimientos humanos siguen siendo exactamente los mismos. Por ello no es tan descabellado decir que “Mamá lo sabe todo”.

Hace unos meses le pedí perdón por menospreciar su criterio o por sentirme autosuficiente cuando nadie en realidad lo es, el caso es que algo de todo lo que me sugiere se me queda y es que en ciertas situaciones necesitamos que nos escuchen sin ser reprochados, con ese gesto acogedor y la identificación reconfortante que solo mi mamá sabe expresar.

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